Suena el despertador, te levantas y, mientras te lavas la cara, te llaman por teléfono. Al colgar, te miras en el espejo y te ves diferente. Sientes que la noticia que te acaban de dar sólo es el preludio de todos los cambios que están por venir. Puedes vivir estos cambios desde el anclaje o la fluidez.
Cuando la vida te plantea un cambio de departamento, una nueva ciudad, unas nuevas condiciones de salud son momentos en los que, fácilmente, puedes querer que las cosas sigan siendo tal como eran. Trabajar con el mismo programa, comprar el pan en la panadería de la esquina, ir en bici durante horas. Este anclarte a lo que tenías, pero que ya no tienes es el apego a tu pasado; con frecuencia, te puede hacer sentir tristeza e, incluso, desesperación. ¿Es esto lo que quieres para tu vida? Si la respuesta es negativa, pregúntate: ¿de qué me cuesta desapegarme para aceptar mi presente?
Para dejar ir el apego a tu pasado, busca un lugar en el que te sientas cómodo; si es en el exterior, mejor. Coge un pañuelo entre ambas manos y pásalo por detrás de la cabeza. Abre los brazos extendiéndolos y, como el título de una de las canciones de José Padilla, dices “Adiós ayer”, dejas ir el pañuelo. Con la misma facilidad que vuela el pañuelo, vuela tu apego.
Vivir los cambios desde el desapego te lleva a vivir con fluidez tu presente. Esta fluidez te permite estar abierto a las oportunidades que la nueva situación te brinda y usar la creatividad para generar nuevos hábitos. Aceptando tu presente desde la fluidez estás cultivando una de las características del valor resiliencia. Sabes que lo normal es lo que la vida te propone que vivas en estos momentos. Lo normal es el aquí y ahora.
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Coach y Comunicadora
(articulista, conferenciante, locutora)
CEO y Fundadora de Conexión Libélula
